martes, 29 de octubre de 2013

En Austria (II parte)

El lunes nos levantamos temprano para desayunar, pagar el hotel y sacar el coche de la zona de ORA antes de que empezasen a cobrar.

La primera parada sería el palacio de verano de Schönbrunn. Así que buscamos aparcamiento en la calle, ya no estábamos cerca del centro así que no había que pagar, como era temprano no tuvimos ningún problema buscando aparcamiento y nos fuimos caminando hasta la entrada del palacio.


Desde fuera se veía que el palacio iba a ser de los grandes, bueno, en realidad no el palacio en sí, sino todos los terrenos que tenía alrededor. El mismo billete que habíamos utilizado el día anterior para el palacio Hofburg nos sirvió para entrar en Schönbrunn con una audioguía para escuchar la historia del lugar.


Del interior del palacio no tenemos ninguna foto porque no dejan sacarlas, pero diré que merece la pena entrar y escuchar las historias y ver las habitaciones del palacio. Al igual que en los museos visitados el día anterior, la parte que le dedican a Sisi es muy importante y es que, aún no entiendo muy bien el motivo, tienen a esta emperatriz en un pedestal.


La visita al interior duró como una hora y después salimos a los jardines exteriores... ¡amigo! aquello sí que era un mundo aparte: un edificio enorme, cenador le llamaban, al otro lado del jardín (tranquilamente a un kilómetro de distancia) y jardines y fuentes enormes por todas partes. Un lugar para pasearlo tranquilamente durante horas y horas.

Pero nosotros no disponíamos de horas y horas así que anduvimos un poco por los alrededores y nos volvimos al coche para seguir con nuestro camino. Próximo destino: Salzburg, a unos 300 km al oeste.


Podríamos haber llegado a Salzburg por autopista desde Viena pero nos habían recomendado visitar un pueblo al borde de un lago: St Wolfgang im Salzkammergut y nos decidimos a pasar por allí. Pero, oh decepción, después de media hora de coche apareció una de las carreteras cortadas y para llegar al pueblo había que dar una vuelta de varias horas por carreteras secundarias así que buscamos el modo más rápido para llegar a Salzburg desde donde estábamos (en medio de las estribaciones de los alpes alejados de la autopista principal) y nos dispusimos a disfrutar de los paisajes al lado de los lagos, de los ríos y de los pueblos de montaña que aparecían cada pocos kilómetros.


El caso es que no logramos llegar al pueblo recomendado, pero lo que vimos durante el camino mereció la pena de verdad. Y es que cuando vas de viaje y te sales un poco de las autopistas, es cuando realmente puedes apreciar la belleza de los paisajes que atraviesas y puedes ver, en este caso, el Austria que hay tras la autopista, tan verde, tan fresco, tan natural... Uno de esos momentos que, al cabo de los años, acabas recordando con ilusión. Ahora mismo se me viene a la cabeza la vez que dejé la carretera principal para encontrar la Ruta 66 original en el estado de New Mexico y acabé medio perdido en uno de los paisajes que recuerdo con más cariño de mis viajes solo con mi Suburban. Pero eso forma parte de otra aventura y de otro blog.


Finalmente llegamos a Salzburg bastante cansados del viaje por carreteras secundarias y nos echamos a dormir la siesta antes de salir a conocer algo la ciudad por la noche e ir a cenar algo en un restaurante que tenía buena pinta, debía de ser bueno porque no había mesas y tuvimos que cenar en la barra del bar. Para ser realistas, la comida merecía la pena y se entiende que el lugar estuviese lleno. Escribiría el nombre del restaurante, pero estas son las cosas que tiene escribir las entradas meses después: al escribirlas es como si volvieses a vivir todo de nuevo (le sacas doble partido al viaje) pero los pequeños detalles se te van olvidando y a veces internet no te devuelve los nombres que tú estás buscando. (Finalmente sí apareció el nombre: Gasthof Alter Fuchs).


Del paseo, como siempre, destacar las iluminaciones de los edificios, el encanto de la ciudad por la noche y que, visto lo visto por la noche, no podíamos tener más que ganas de visitar todo eso por el día. Esa noche, a fin de cuentas, fue únicamente para hacernos una idea aproximada de las distancias con las que nos íbamos a encontrar al día siguiente.


La parte antigua de la ciudad estaba muy cerca del hotel así que al día siguiente fuimos andando hacia el centro. Antes de llegar al río paramos en un cementerio en el que había algún familiar de Mozart enterrado y en un mirador desde el que se podía ver, ahora ya de día, toda la parte antigua, había que subir unas cuantas escaleras pero el esfuerzo merecía la pena (creo recordar que conté algo así como casi 300 escaleras) y es que como Salzburg está en una zona escarpada todo se reduce a bajar al río y subir al resto de los lugares. Eso sí, todo está a tiro de piedra.


Una vez cruzado el río nos fuimos a dar un pequeño paseo por la calle Getreidegasse para ver la variedad de carteles en acero forjado de las tiendas y que ayudan a dar a la ciudad un aire un poco antiguo, además, es curioso ver cómo algunas tiendas de toda la vida modifican su logotipo para adecuarlo a la estética de la ciudad (Zara, McDonald's, Louis Vuitton...)

 


Desde allí nos dirigimos al teleférico para subir a la fortaleza y en el camino aprovechamos para ver la catedral, la columna (estilo a la de Olomouc) que tienen tapada con una estructura metálica y de cristal y la vida que hay alrededor de la catedral. En nuestro camino apareció un cementerio que se hizo famoso a partir de la película "The Sound of Music" (Sonrisas y Lágrimas) y entramos a dar una vuelta por allí.


Después del teleférico nos fuimos recorriendo las diferentes zonas que se pueden visitar de la fortaleza informándonos un poco más de la historia de Salzburgo y de cómo se hizo importante por su estratégico emplazamiento y, posteriormente, porque fue la ciudad natal de Mozart.



Como era de esperar, las vistas desde la fortaleza eran muy buenas y te dejaban ver que Salzburgo se extiende mucho más allá de su ciudad vieja. Antes de bajar de la fortaleza empezó a llover, pero afortunadamente la lluvia no era nada intensa y no duró más de 20 minutos, tiempo que aprovechamos para seguir viendo las salas de la fortaleza. Cuando llegamos a la parte de abajo de la ciudad, por supuesto, en el teleférico, ya había parado de llover y ya no volvería a llover más en todo el día. Como había dicho en Viena, tuvimos mucha suerte con el tiempo, en Salzburg no estaba soleado, pero no hacía nada de frío y no llovió más que un rato durante nuestra visita.


Al bajar empezamos a recorrer las zonas dedicadas a Mozart: Mozartplatz (una de las principales plazas de la ciudad), la casa natal de Mozart, la casa donde vivió Mozart durante su juventud, los chocolates de Mozart por todas partes, marionetas de Mozart, estatuas vivientes de Mozart... Vamos, lo que era de esperar de la ciudad en la que nació este genio.


Después de comer algo en un restaurante de comida rápida que nos pareció muy curioso (un lugar muy pequeño con media docena de mesas muy pequeñas y con comidas de tendencia oriental) y comer unas castañas calentitas, seguimos con nuestra visita hacia los jardines de Mirabellgarten para seguir viendo los escenarios de la película Sonrisas y Lágrimas.

Los jardines están del otro lado del río y estuvimos un rato paseando por allí y disfrutando de las vistas... si es que esta gente de la realeza tenía buen gusto para situar sus palacios y jardines, en todas partes las vistas son admirables aún cuando han ido surgiendo edificios por todas partes, sin edificios que estorbasen aquello tenía que ser impresionante.


Tras las fotos repitiendo las poses de la película, algo que seguramente nadie habrá hecho nunca :P, nos fuimos paseando por las callejuelas de la parte moderna de la ciudad hasta el hotel para descansar un poco las piernas.

Por la noche ya habíamos decidido el restaurante al que íbamos a ir y resultó ser una buena elección. Fue un lugar que habíamos encontrado mientras bajábamos del primer mirador de la mañana y que, no sé porqué, nos dio la sensación que tendrían platos con gambas, el nombre: Shrimp Bar :) (totalmente recomendable)


Al día siguiente nos fuimos a hacer unas compras para Saraí, como llovía muchísimo decidimos pagar el hotel, llevarnos el coche e irnos directamente después de comprar. El resto del viaje se resume en lluvia, autopistas, gasolinera, parada en el Subway de Brno para comer un bocata (a lo largo de los viajes que pasan por Brno se está convirtiendo en una tradición, muchas veces a pesar de que Saraí intenta persuadirme para que paremos en otros McDonald's)

Llegamos a Olomouc sobre las 18:30h (el miércoles), lo suficiente para descansar un poco, ordenar mentalmente todo lo visto, irse a dormir y acabar la semana de dos días de trabajo.



Sempre dá gusto voltar a traballar e ter tan só dous días por diante.

domingo, 27 de octubre de 2013

En Austria (I parte)

Aprovechando que no tenía que volver a trabajar hasta el jueves y aprovechando también que el invierno aún no había llegado decidimos que era una buena idea ir a conocer una de esas ciudades a las que llaman imperiales y que sabíamos que teníamos que ir a visitar antes o después: Viena.



Ese viaje lo empezamos el sábado por la mañana temprano. Arrancamos el coche, nos dirigimos a Brno, seguimos dirección sur y cuando llevábamos recorridos unos 130 kilómetros tuvimos que parar porque acabábamos de entrar en otro país.

Tuvimos que parar no porque tuviésemos que presentar el pasaporte o el visado, esto del espacio Schengen es un avance increíble, sino porque teníamos que comprar la pegatina para las autopistas de Austria: una semana por 8.5€, no está mal, sobre todo teniendo en cuenta que en España, para ir de Coruña a Madrid te puede salir por algo más de 15€ en autopistas y con esos 8.5€ íbamos a poder utilizar todas las autopistas de Austria durante 7 días, y creedme cuando os digo que realmente le sacamos partido.

Llegamos a Viena sobre las once y media, el día estaba soleado y un poco frío, perfecto para visitar una ciudad que teníamos ganas de conocer por todo lo que nos habían hablado y habíamos leído de ella. Aparcamos en la calle al lado del hotel, lo bueno de visitar una ciudad en fin de semana es que, en general, no tienes que preocuparte de pagar el estacionamiento, subimos las cosas a la habitación mientras en la recepción estaban poniendo cubos por todas partes debido a una fuga de agua que solventaron rápidamente y nos decidimos a ir andando hasta el centro de la ciudad. Que quedaba como a unos 15 minutos.


Pasamos por un mercadillo de segunda mano en el que vendían de todo y que estaba atestado de gente, el Naschmarkt y después empezaron a aparecer los restaurantes típicos de este mercado que, no sabemos por qué motivo, estuvieron cerrados durante todo el fin de semana. Una pena porque nos habían recomendado comer en esos puestos-restaurantes y disfrutar de una de las cosas típicas de la ciudad. 

Al llegar a Karlsplatz nos fuimos en dirección a la catedral (la catedral siempre está en el centro de la ciudad) y ya empezamos a ver el por qué de la fama de la ciudad. 



Edificios históricos por todas partes, el palacio de la ópera, la catedral, las calles peatonales, las fuentes, las plazas, gente hablando en diferentes idiomas por todas partes y todo acompañado del sol que no nos abandonaba. 

Una vez visitada la catedral nos fuimos callejeando hasta el palacio Hofburg y los jardines Volksgarten. Nos quedamos sorprendidos con la que había allí montada: helicópteros, baterías de cañones, soldados por todas partes, tanques, baterías antiaéreas... no es que estuviesen en guerra, aquello parecía el día de las fuerzas armadas. Y claro, en un día festivo, todo estaba lleno de gente a más no poder así que decidimos dejar la visita al palacio para el día siguiente y seguir caminando hasta el anillo central de la ciudad.
 

En ese paseo nos cruzamos con el Parlamento, el Ayuntamiento y los edificios de la Universidad, a cada edificio más majestuoso que el anterior (el del Ayuntamiento es, a nuestro parecer, el más impresionante). 

Aparca si quieres (en la calle)
En el Ayuntamiento también tenían unos palcos con música y estaban haciendo unas demostraciones caninas así que decidimos descansar las piernas y sentarnos un rato antes de seguir con nuestra visita. 

Después de la Universidad decidimos montar en el metro, comprar un billete de 24 horas y regresar al hotel a descansar un rato porque habíamos madrugado bastante ese día y, caminando, caminando, ya nos habíamos metido una buena cantidad de kilómetros en las piernas.


Por la noche bajamos a cenar a un restaurante mexicano y como quedaba por la zona del Ayuntamiento y el Parlamento pues nos fuimos a sacar fotos nocturnas del lugar. Es curioso cómo pueden cambiar los edificios del día a la noche, siguen siendo igual de bonitos o igual de feos, pero tienen otro 'no se qué que qué se yo'. Después de las fotos volvimos al hotel a preparar las visitas del día siguiente.

Al día siguiente nos levantamos temprano para no encontrar demasiada gente en el palacio Hofburg y conseguimos dicho objetivo. Eran como las nueve y media y en el palacio había poca gente, algo que parecía increíble si lo comparamos con la cantidad de gente del día anterior. Estuvimos recorriendo el palacio con una audioguía y viendo cómo vivía Sisi y la cantidad de cosas buenas que tenía la realeza austríaca. Una visita que nos llevó como dos horas y que nos dejó buen sabor de boca.


Junto con la entrada de ese día compramos también el billete para entrar en el palacio Schönbrunn y nos regalaron una entrada para una cosa que le llamaban "El Museo del Mueble", no sabíamos muy bien lo que era pero como era gratis pues tampoco dijimos que no. Así que decidimos seguir con la visita programada de ese día y si, al final de la misma, nos sobraba tiempo, nos pasaríamos por allí a ver qué se cocía.

Así que una vez que salimos del palacio Hofburg entramos en los jardines Wolksgarten para ver lo bien que cuidan los vieneses las plantas en época de invierno. Y es que, cómo no, los jardines estaban muy bien cuidados, un paseo muy agradable que nos dejó justo donde queríamos: el anillo de la ciudad.


Nos habían comentado que para ver rápidamente la ciudad lo mejor era montarse en uno de los tranvías que circulan por el anillo y sentarse al lado de la ventana. Eso hicimos y volvimos a recorrer toda la zona del Parlamento, el Ayuntamiento y la Universidad y, como ese tranvía nos dejaba en otro de los puntos turísticos de la ciudad pues seguimos en él hasta llegar a Hundertwasserhaus. Vamos, la zona de las casas raras. Algo que se ve en diez minutos pero que merece la pena visitar para disfrutar de otro tipo de construcción no tan convencional al que estamos acostumbrados.


Volvimos a montarnos en el mismo tranvía pero en sentido contrario y nos dimos una vuelta al anillo de la ciudad hasta llegar a la Ópera, lugar en el que nos bajamos para volver a acercarnos a la catedral y buscar la mejor manera de llegar al museo del mueble.


Nos costó un poco encontrarlo porque no es una gran atracción turística pero finalmente entramos y lo que vimos allí nos dejó un sorprendidos, quizás porque no esperábamos nada del museo pero resulta que tenían expuestas varias muebles y objetos de los palacios y te podías entretener bastante leyendo las historias que se contaban con algunos muebles.



Cansados de la visita nos fuimos a descansar al hotel para poder bajar por la noche a cenar algo y caminar por las calles. Esa noche llovió un poco así que en vez de cenar al calor de un calentador en la calle lo tuvimos que hacer dentro de un restaurante cercano a la catedral, eso sí, cuando salimos, ya había parado. Parece que el tiempo nos quería regalar una visita tranquila a la ciudad.


Ese sería el último día completo en Viena, pero aún no habíamos acabado porque al día siguiente, antes de salir hacia nuestro siguiente destino, íbamos a parar en el palacio de verano de los emperadores austriacos: Schönbrunn

Eso si, xa na seguinte entrada :)